Por: Josué Vera Guzmán
Cuando vemos a las almas a través de los ojos de Jesús, vemos a cada persona que conocemos como ganable para Cristo porque fueron creados a su imagen. A pesar de las circunstancias de sus vidas, tienen un deseo interno de conocerlo. Esto era cierto para la mujer samaritana, el eunuco etíope, el ladrón en la cruz, el centurión romano, y muchos otros buscadores de Dios del Nuevo Testamento. Hay un vacío del alma sin Cristo.
A. El Segundo toque.
Marcos 8:22-26 registra un milagro especial en varios sentidos.
—El ciego no creía en Jesús, pero sus amigos sí.
Muchas personas nunca vendrán a Jesús a menos que alguien que tenga fe los traiga. Ésa es nuestra tarea.
—Jesús usó dos toques para sanarlo.
A veces, necesitamos un “segundo toque” de Jesús para ver con claridad las verdades espirituales.
Nótese cómo en toda la Palabra de Dios se manifiesta el espíritu de insistencia que suplica a los hombres a que acudan a Cristo. Debemos aprovechar toda oportunidad, en privado y en público, para presentar todo argumento e insistir con razones de alcance infinito a fin de atraer a los hombres al Salvador. Con toda nuestra fuerza hemos de instarlos para que miren a Jesús y acepten su vida de abnegación y sacrificio. Debemos mostrarles que esperamos verlos alegrar el corazón de Cristo haciendo uso de cada uno de sus dones para honrar su nombre (El ministerio de curación, pp. 121, 122).
B. Aceptando a todos.
Los ojos de Jesús veían más allá de la raza, la cultura, el sexo o la religión de una persona. Sabía que en Samaría había personas necesitadas de la salvación y era su deber ir a buscarlas.
Al mirar a través de los ojos de la compasión divina, se derriba toda barrera que nos separa de las personas. Vemos en ellas candidatos al reino de los Cielos.
Esto no significa que compartamos o aceptemos sus ideas políticas o religiosas. Significa que las amamos y deseamos lo mejor para ellas.
El Señor desea que su palabra de gracia penetre en toda alma. En gran medida esto debe realizarse mediante un trabajo personal. Este fue el método de Cristo. Su obra se realizaba mayormente por medio de entrevistas personales. Dispensaba una fiel consideración al auditorio de una sola alma. Por medio de esa sola alma a menudo el mensaje se extendía a millares… Hay multitudes que nunca recibirán el evangelio a menos que este Les sea llevado (Dios nos cuida, p. 56).
C. Haciendo amigos comenzando donde estás
Al despedirse de los discípulos, Jesús les encargó que predicasen el evangelio en círculos cada vez más amplios: “en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).
Un caso de esta táctica la tenemos en el apóstol Andrés. Él comenzó por presentar a Jesús a su hermano (Judea).
Cristo dijo a sus discípulos que ellos debían comenzar su trabajo en Jerusalén… En Jerusalén había muchos que creían secretamente que Jesús de Nazaret era el Mesías, y muchos que habían sido engañados por los sacerdotes y gobernantes. El evangelio debía ser proclamado a estos. Debían ser llamados al arrepentimiento. Debía aclararse la maravillosa verdad de que solo mediante Cristo puede obtenerse la remisión de los pecados. Y mientras Jerusalén estaba agitada por los conmovedores sucesos de pocas semanas atrás, era cuando la predicación de los discípulos haría la más profunda impresión (Hechos de los apóstoles, pp. 25, 26).
En otra ocasión, hizo amistad con un muchacho (Samaria) y –por este medio– Jesús hizo un gran milagro (Juan 6:5-11).
Adquirió facilidad para tratar incluso con los desconocidos [hasta lo último de la tierra], como el caso de los griegos que buscaban a Jesús (Juan 12:20-26).
Su ejemplo nos enseña una manera efectiva de atraer almas a Jesús: construir relaciones afectuosas con las personas.
D. Dando un trato especial.
¿Cómo trataba Jesús a las personas difíciles?
— Las escuchaba atentamente.
— Les formulaba preguntas.
— Les revelaba gradualmente la verdad.
— Reconocía el anhelo de sus corazones.
— Veía potencial en las personas más viles.
— No consideraba a nadie fuera del alcance del evangelio.
— Veía en ellos un reflejo de la gloria de la Creación original.
— Elevaba sus pensamientos para que descubriesen lo que podían llegar a ser.
Ver con los ojos de Jesús es ver a cada persona como un candidato al Reino de los Cielos, y tratarlos de acuerdo con esa perspectiva. Para poderlo hacer, debemos pedir al Espíritu Santo que nos dote de este tipo de visión.
Dios toma a los hombres tal como son, con el elemento humano de su carácter, y luego los educa para su servicio si quieren dejarse disciplinar y aprender de él (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 480).
E. Aprovechando las oportunidades.
Como en el caso de Felipe y el eunuco etíope, Dios abre puertas para la proclamación del evangelio bridándonos oportunidades providenciales para la testificación.
Ángeles invisibles están a la espera de guiarnos para atravesar esas “puertas abiertas”. Debemos pedirle al Señor que nos ayude a reconocer esos momentos providenciales y que nos de las palabras necesarias en los momentos oportunos.
Cuando Dios le dio a Felipe su tarea… aprendió que cada alma es preciosa a la vista de Dios, y que los ángeles dirigen a los agentes humanos para llevar la luz a aquellos que la necesitan. Los ángeles no han sido encargados de la tarea de predicar el evangelio; pero mediante su ministerio, Dios envía luz a su pueblo; y es a través de su pueblo que la luz ha de llegar al mundo (In Heavenly Places, p. 103; parcialmente en En los lugares celestiales, p. l 05).
Jesús instó a los discípulos a comenzar a compartir el evangelio donde estaban. No hay otro lugar mejor para comenzar que el lugar donde estás. Los discípulos fueron los primeros en compartir el evangelio en Jerusalén, Judea y Samaria, y luego en las partes más remotas de la Tierra. Hay personas a nuestro alrededor que buscan la paz y el propósito que solo Cristo puede dar. Jesús nos invita a comenzar a compartir su amor en nuestras familias, nuestros vecindarios, nuestros lugares de trabajo y comunidades.
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