Lección 12 Escuela Sabática 2025: “Te ruego que me muestres tu gloria” | Comentario y Reflexión

Textos Claves: Éxodo 33: 7–34: 35; Deuteronomio 18: 15, 18; Juan 17: 3; Romanos 2: 4; Juan 3: 16; 2 Corintios 3: 18.


    La súplica de Moisés en Éxodo 33:18 —“Te ruego que me muestres tu gloria”— expresa el anhelo más profundo del corazón humano: conocer íntimamente a Dios. Moisés ya había experimentado grandes manifestaciones del poder divino: la zarza ardiente, las plagas de Egipto, la apertura del Mar Rojo y el Sinaí temblando bajo fuego y trueno. Sin embargo, él sabía que ver milagros no es lo mismo que conocer a Dios.

Su petición revela una lección eterna: la gloria de Dios no está en lo espectacular ni en lo sensacional, sino en Su carácter santo y misericordioso. El deseo de Moisés anticipa la revelación máxima en Cristo, quien mostró en plenitud la gloria del Padre.

 

1. El contexto de la petición de Moisés

Después del pecado del becerro de oro (Éxodo 32), la relación entre Dios y Su pueblo estaba fracturada. El Señor advirtió que no iría con ellos a la tierra prometida, sino que enviaría a un ángel. Moisés intercedió intensamente para que la presencia de Dios siguiera acompañándolos.

Moisés entendía que sin Dios, la nación no tendría identidad. El éxito del pueblo no dependía de sus armas ni de sus líderes, sino de la gloria divina en medio de ellos.

Esto nos enseña que las bendiciones materiales y las victorias visibles no son suficientes; la verdadera necesidad del creyente es la presencia de Dios en su vida.

 

2. ¿Qué significa la gloria de Dios?

En la Biblia, la palabra gloria (hebreo: kabod) significa “peso” o “valor”. No es solo brillo o esplendor, sino el conjunto de atributos que hacen a Dios único.

En Éxodo 33:19-23, Dios revela su gloria como bondad, misericordia y gracia.

En Éxodo 34:6-7, proclama su carácter: “Jehová, Jehová, fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad”

La gloria de Dios, entonces, es la manifestación de su carácter de amor y justicia, más que un despliegue de poder.


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3. La gloria en la Ley y en el Evangelio

En el Sinaí, la gloria se manifestó en la entrega de la Ley, escrita con el dedo de Dios (Éxodo 31:18). Era una revelación de Su carácter justo. En el Nuevo Testamento, la gloria se revela en Cristo, lleno de gracia y verdad (Juan 1:14). Así, Ley y Evangelio no se contraponen, sino que se complementan:
  • La Ley muestra la santidad y justicia de Dios.
  • El Evangelio muestra su misericordia y gracia en Cristo.

 

4. Cristo, la máxima revelación de la gloria divina

El apóstol Juan declara: “Y vimos su gloria” (Juan 1:14). En cada acto de Jesús —sanando enfermos, perdonando pecadores, consolando a los afligidos— la gloria de Dios se hizo visible.

En la cruz, donde el mundo vio derrota, el cielo contempló la revelación más sublime del carácter divino: un amor que se entrega hasta la muerte por los pecadores.

La gloria de Dios no es dominio por la fuerza, sino entrega en amor.

 

5. La gloria reflejada en los creyentes

Dios no solo mostró su gloria en Cristo, sino que desea reproducirla en sus hijos. Pablo escribe:“Todos nosotros, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria”  (2 Corintios 3:18).

Esto significa que, al contemplar a Cristo diariamente en oración y estudio de Su Palabra, el carácter de Dios se refleja poco a poco en nuestra vida.

La misión de la iglesia no es solo predicar doctrinas, sino revelar al mundo el carácter de Dios a través del amor, la compasión y la justicia en la vida práctica.

Conclusión

El pedido de Moisés sigue siendo el clamor del verdadero creyente: “Señor, muéstrame tu gloria”. No basta con ver milagros externos o recibir bendiciones materiales; lo esencial es experimentar el carácter de Dios en nuestra vida.

La gloria de Dios es su amor, justicia, misericordia y verdad. Esa gloria se manifestó plenamente en Cristo, y hoy está llamada a reflejarse en nosotros.

 

Aplicación a la vida:

La gloria de Dios no es algo que se contempla pasivamente, sino que transforma activamente al creyente.

Cuando un esposo ama a su esposa con paciencia, cuando un joven decide ser íntegro en medio de la corrupción, cuando un cristiano perdona a quien lo hirió, allí se está mostrando la gloria de Dios.

Así como Moisés descendió del monte con el rostro resplandeciente (Éxodo 34:29), el cristiano que pasa tiempo en la presencia de Dios reflejará su luz en un mundo de tinieblas.



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