¿Por qué Testificar?


    En lo profundo del corazón de Dios está su deseo de que todas las personas sean salvas en su Reino. No hay nada que desee más que cada uno de nosotros experimente personalmente el gozo de la salvación y viva eternamente con él. Dios ha dispuesto todos los poderes del cielo para redimirnos. Jesús vino a la Tierra para revelar el amor sin medida del Padre a la humanidad, vivir la vida perfecta que nosotros deberíamos haber vivido, llevar la condenación de nuestros pecados en la Cruz y morir la muerte que nosotros deberíamos haber muerto.
Sin embargo, cuando estudiemos la Biblia y meditemos en la vida de Cristo y el plan de redención, estos grandes temas se revelarán más y más a nuestro entendimiento (Testimonios para la iglesia, {5TI}, t. 5, pp. 691, 692).

A.      Para ofrecer salvación. 

Dios tiene diversas formas de darse a conocer:

— Por la obra del Espíritu Santo (Hechos 5:32).

— A través de la naturaleza (Salmo 19:1).

— Por circunstancias o providencias especiales (1ª de Crónicas 16:12).

— Por la vida y ministerio de Jesús (Juan 1:18). 

Los apóstoles llevaban sobre sí la pesada responsabilidad de extender su esfera de acción para proclamar el Evangelio en las regiones lejanas. De su ejemplo se desprende el hecho de que en la viña del Señor no hay lugar para gente inactiva. Sus servidores tienen el deber de agrandar constantemente el círculo de sus esfuerzos. Siempre deben realizar más, nunca menos. La obra del Señor ha de crecer y expandirse hasta circuir el mundo (Testimonios para la iglesia, {7TI}, t. 7, pp. 17, 18).

A pesar de disponer de todos estos medios, Dios ha querido usarnos a nosotros como canales para transmitir el plan de salvación.

Él quiere que los que hemos aceptado la Salvación la compartamos con los demás. Quiere que demos de aquello que hemos recibido, dando a otros la oportunidad de alcanzar la vida eterna (Mateo 10:8; Santiago 5:20).

B.      Para hacer feliz a Dios.
¿Te has preguntado alguna vez cómo se siente Dios ante tanto dolor y sufrimiento, ante tanta injusticia que el pecado ha traído a este mundo? (Jeremías 13:17).

Cuando una persona acepta a Cristo, los ángeles prorrumpen en gritos de alegría. Dios mismo canta de gozo (Lucas 15:7; Sofonías 3:17).

¿Qué puede ser más gratificante, más reconfortante, que saber que, en un mundo de tristeza, tu testimonio trae alegría al corazón de Dios?

Y aún se requiere una mayor demostración de gozo. Se llama a los amigos y vecinos para que se regocijen con el pastor, “porque he hallado mi oveja que se había perdido”. El haber hallado la oveja perdida constituye el motivo del regocijo: nadie se interesa más en el hecho de que se haya extraviado, porque el gozo de haberla encontrado de nuevo supera la pena de la pérdida y la preocupación, las perplejidades y los peligros que se afrontan al buscar a la oveja perdida y al traerla de nuevo a un lugar seguro. “Os digo, que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan de arrepentimiento”. Lucas 15:7 (Exaltad a Jesús, {EJ}, p. 200).
 
C.      Para crecer en generosidad.
Como vimos al principio, Dios tiene muchos medios para darse a conocer. Sin embargo, aun cuando se manifestó directamente, puso en contacto a las personas con otras personas. Piensa en el ejemplo de Saulo, o Cornelio (Hechos 9:3-6; 10:1-6).
“Dad, y se os dará”, porque la Palabra de Dios es una “fuente de huertos, pozo de aguas vivas, que corren del Líbano”. El corazón que probó el amor de Cristo, anhela incesantemente beber de él con más abundancia, y mientras lo impartimos a otros, lo recibiremos en medida más rica y copiosa. Cada revelación de Dios al alma aumenta la capacidad de saber y de amar. El clamor continuo del corazón es: “Más de ti”, y a él responde siempre el Espíritu: “Mucho más”. Dios se deleita en hacer “mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” Efesios 3:12 (El discurso maestro de Jesucristo, {DMJ}, P. 22).
La predicación del Evangelio es un beneficio para nosotros mismos. Nos permite crecer espiritualmente y participar del gozo de ver a otras personas aceptar a Cristo. 

D.     Para ser fiel al mandato de Jesús. 
Dios desea fervientemente “que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2ª de Pedro 3:9). 

A través de la historia, Dios ha escogido a hombres (2 Pedro 2:5; Génesis. 12:1-3), naciones (Isaías. 49:6) y pueblos (Hechos. 1:8) con el propósito de que diesen a conocer la Salvación al mundo. 

Para la iglesia, descuidar o minimizar el mandato de Cristo es fallar en el propósito de su existencia y perder su llamado profético al mundo. 
Cada persona que considera a Cristo como su Salvador personal tiene ante Dios la obligación de ser pura y santa, de ser un obrero espiritual que se esfuerza por salvar a los perdidos, sean grandes o pequeños, ricos o pobres, siervos o libres. La obra mayor de esta tierra consiste en buscar y salvar a los perdidos por quienes Cristo pagó el infinito precio de su propia sangre. A cada uno le corresponde empeñarse en un servicio activo… La oveja que no se busca no es traída de vuelta al redil (Exaltad a Jesús, {EJ}, p. 352).

E.       Por amor. 
Comprender que, por amor, Jesús se había entregado a sí mismo para morir en su lugar, era el motor que impulsaba a Pablo a diseminar la Palabra de Dios por todo el mundo (2 Corintios. 5:14-15).

Una de las mayores evidencias de la verdadera conversión es el amor a Dios y al hombre. Los que aceptan a Jesús como su Redentor tienen un profundo y sincero amor por otros de la misma preciosa fe. Eso pasaba con los creyentes de Tesalónica. “Mas acerca de la caridad fraterna—escribió el apóstol—no habéis menester que os escriba: porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis los unos a los otros; y también lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia. Empero os rogamos, hermanos, que abundéis más; y que procuréis tener quietud, y hacer vuestros negocios, y obréis de vuestras manos de la manera que os hemos mandado; a fin de que andéis honestamente para con los extraños, y no necesitéis de nada” (Los hechos de los apóstoles, {HAp}, p. 213).

Testificar es, por tanto, una respuesta de amor al amor de Dios. 

14“Gracias a mis cadenas, ahora más que nunca la mayoría de los hermanos, confiados en el Señor, se han atrevido a anunciar sin temor la palabra de Dios. 15 Es cierto que algunos predican a Cristo por envidia y rivalidad, pero otros lo hacen con buenas intenciones. 16 Estos últimos lo hacen por amor, pues saben que he sido puesto para la defensa del evangelio. (Filipenses 1:14-16 NVI).

Conclusión
Piensa en alguien en tu esfera de influencia que podría estar abierto a saber más acerca de Jesús. Puede ser un hijo o una hija, un esposo o una esposa, un compañero de trabajo, vecino o amigo. Pide a Dios que cree una oportunidad para que puedas guiar la conversación en una dirección espiritual. No sientas que tienes que crear una oportunidad que no se presente, la misión es de Dios. No necesariamente creamos oportunidades; Dios lo hace. Somos sensibles a las oportunidades que Dios crea y cooperamos constantemente con él para caminar por las puertas que él abre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario