Desarrollar una actitud ganadora




    Nuestra actitud hacia los demás a menudo determina su respuesta hacia nosotros. ¿Alguna vez has notado que cuando le sonríes a alguien, a menudo te devuelven la sonrisa? ¿También has notado que cuando respondes con un cumplido inesperado, otras personas generalmente responden positivamente?

A.      Receptividad al Evangelio. 

Había otras rutas para que un grupo de judíos subiese de Jerusalén a Galilea sin necesidad de atravesar Samaria. ¿Por qué, entonces, le era necesario a Jesús atravesar la región de Samaria? 

Para los discípulos, era inútil predicar en ese terreno hostil. Sin embargo, el Espíritu Santo había preparado entre los samaritanos de Sicar corazones receptivos al mensaje. 

Por esa razón, Jesús necesitaba sembrar la verdad en ese lugar. Siembra que dio sus primicias y, con el tiempo, una cosecha abundante (Juan 4:39-41; Hechos 8:5-25).

Y cuando sus discípulos fueron expulsados de Jerusalén, algunos hallaron seguro asilo en Samaria. Los samaritanos dieron la bienvenida a estos mensajeros del evangelio, y los judíos convertidos recogieron una preciosa mies entre aquellos que habían sido antes sus más acerbos enemigos (Hechos de los apóstoles, pp. 87, 88).

B.      Tomando la actitud correcta. 

Una actitud severa y crítica alejará a las personas y evitará que escuchen nuestro testimonio. 

Por el contrario, unas palabras de felicitación reafirmarán a la persona y le ayudarán a que su fe se desarrolle y crezca. 

Mateo 15:21-28 nos muestra el relato de una mujer cananea que acudió a Jesús con un pedido insistente, negándose a aceptar un “no” por respuesta. Jesús la felicitó ante sus discípulos al decirle: “Grande es tu fe”.

Cristo conocía la situación de esta mujer [cananita]. Él sabía que ella anhelaba verle, y se colocó en su camino. Ayudándola en su aflicción, él podía dar una representación viva de la Lección que quería enseñar. Para esto había traído a sus discípulos. Deseaba que ellos viesen la ignorancia existente en las ciudades y aldeas cercanas a la tierra de Israel. El pueblo al cual había sido dada toda oportunidad de comprender la verdad no conocía las necesidades de aquellos que le rodeaban. No hacía ningún esfuerzo para ayudar a las almas que estaban en tinieblas…

Recibió a esta representante de una raza despreciada como la habrían recibido los judíos. Con ello quería que sus discípulos notasen la manera fría y despiadada con que los judíos tratarían un caso (El Deseado de todas las gentes, p. 366).

En otra ocasión, cuando María fue duramente criticada, Jesús le defendió felicitándola también por su gesto: “se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura” (Marcos 14:8).

... Ya no cargaron de reproches a María, sino a sí mismos. ¡Oh, si hubiesen podido recoger sus censuras, su presentación del pobre como más digno del don que Cristo! Sintieron el reproche agudamente cuando quitaron de la cruz el cuerpo magullado de su Señor (Conflicto y valor, p. 307).

 

C.       Resaltando lo positivo. 


El propósito de Pablo al escribir sus cartas era el de animar y fortalecer a las iglesias. 

Aunque en ocasiones tenía que reprender duramente el error, no lo hacía sin antes resaltar lo positivo que veía en la iglesia, y en los hermanos que la componían. 

Qué importante es que tengamos el hábito de buscar lo bueno en las personas. 

De esta forma, profundizaremos los lazos de amistad y las atraeremos a Cristo.

Hagan de la vida de Jesús su estudio constante aquellos que emprenden esta obra. Sean animados de un celo intenso, y empleen todas sus aptitudes en el servicio del Señor. Los esfuerzos sinceros y exentos de egoísmo obtendrán preciosos resultados. Es del gran Maestro de quien los obreros recibirán su mejor educación. Pero los que no comuniquen a otros la luz recibida verán un día que han experimentado una pérdida espantosa (Testimonios para la iglesia, t. 9, p. 26).

D.      La aceptación a las personas. 

Jesús no solo conoce lo bueno, sino también lo malo de nosotros. Y a pesar de ello, nos acepta, nos perdona y nos ama. 

No hay ningún mérito en nosotros, pero, por Su bondad, nos acepta.

La religión de Cristo es más que hablar. La justicia de Cristo consiste en actos correctos y en buenas obras que proceden de motivos puros y altruistas. La justicia exterior, mientras esté faltando el adorno interior, será en vano … Si no tenemos la luz y el amor de Dios no somos sus hijos. Si no recogemos con Cristo, esparcimos. Todos ejercemos una influencia, y esa influencia afecta el destino de otros para su bien presente y futuro o para su pérdida eterna (Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 580).

 

¿No deberíamos nosotros tener esa misma actitud hacia los demás? 

Una actitud de aceptación y amor hacia los demás puede abrir sus corazones y cambiar sus vidas para bien. 

E.       Enseñando la verdad con amor. 

La verdad, enseñada sin amor, conduce a un legalismo acusador o a una fría tolerancia. 

La verdad, enseñada con amor, subyuga el corazón y conduce a una relación salvadora con Jesús.

Así Dios quiere que confiemos en Aquel que justifica al impío. Concede su recompensa no de acuerdo con nuestro mérito, sino según su propio propósito, «que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor». Efesios 3: 11. «No por obras de justicia que nosotros habíamos hecho, mas por su misericordia nos salvó». Tito 3:5. Y en favor de aquellos que confían en él obrará «mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos». Efesios 3:20 (Palabras de vida del gran Maestro, p. 328).

Debemos estar preparados para defender aquello en que creemos. Pero siempre debemos hacerlo con humildad, respeto y amor (1ª de Pedro 3:15-16 NVI). 

Mostremos a los demás el mismo amor que Cristo ha mostrado con nosotros. 

Pidamos al Espíritu Santo que nos conduzca a personas con corazón receptivo, resaltemos lo bueno que vemos en ellas, aceptémoslas sin criticarlas, y enseñémosles con amor.

Conclusión
La amistad abre la puerta a los corazones, pero generalmente no gana a las personas para Cristo sin testificación intencional de nuestra parte. Las relaciones positivas crean confianza, pero en sí mismas no ganan a las personas si no son relaciones centradas en Cristo. Jesús es “el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6). Toda doctrina bíblica revela la verdad sobre Jesús para que nosotros, a través de su poder, podamos vivir su vida. El apóstol Pablo nos instruye a hablar “la verdad en amor” (Efe. 4:15).

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