Ministrar como Jesús

 


    La Palabra inspirada de Dios contiene principios que dan vida. Cuando las enseñanzas de las Escrituras centradas en Cristo son aceptadas por la fe, nuestra vida se transforma. El poder creador de la Palabra de Dios ilumina nuestra oscuridad. Nos cambia. Jesús es el gran hacedor de milagros. Él es el cambiador de vidas. Debido a que él está en el centro de toda enseñanza bíblica, como el apóstol Pablo expresa tan claramente, “si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Cor. 5:17). Jesús agrega: “las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63).

A.      La luz del mundo. 

Jesús vino a este mundo para iluminar las tinieblas del pecado ofreciendo la luz de la salvación (Juan 1:4-5; 3:19-21). 

Él mismo nos invita a imitar su ejemplo en dos aspectos (Mateo 5:13-14): 

— Ser sal. La sal debe mezclarse con los alimentos para ser efectiva y realzar su sabor. Debemos estar en el mundo para impregnarlo del evangelio (Juan 17:15-18). 

— Ser luz. La luz debe penetrar en la oscuridad de vecindarios, aldeas, pueblos y ciudades para iluminarlos con la gloria de Dios (Filipenses 2:15). 

Pero en Cristo desaparecieron las peculiaridades que separaban a los judíos de las otras nacionalidades. El mismo se colocó en un lugar de donde pudiera impartir instrucción a toda clase de personas. A menudo les dijo que estaba relacionado con toda la familia humana, judíos y gentiles. «Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento». Mateo 9: 13. Vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Para esto dejó a las noventa y nueve; para esto se despojó de sus ropas reales, y veló su divinidad con la humanidad. El mundo entero es el campo de trabajo de Cristo. En sus pensamientos no entra una esfera menor (Exaltad a Jesús, p. 29).

B.      Un trato bondadoso.

Jesús buscaba lo bueno que había en las personas y se lo hacía saber (Mateo 8:10; Marcos 12:34).

A pesar del formalismo de los judíos, este oficial romano estaba convencido de que tenían una religión superior a la suya. Ya había derribado las vallas del prejuicio y odio nacionales que separaban a los conquistadores de los conquistados. Había manifestado respeto por el servicio de Dios, y demostrado bondad a los judíos, adoradores de Dios. En la enseñanza de Cristo, según le había sido explicada, hallaba lo que satisfacía la necesidad del alma. Todo lo que había de espiritual en él respondía a las palabras del Salvador…  (El Deseado de todas las gentes, pp. 282, 283).

El corazón de Jesús se compadeció del honrado escriba que se había atrevido a afrontar el ceño de los sacerdotes y las amenazas de los gobernantes al expresar las convicciones de su corazón. «Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dice: No estás lejos del reino de Dios» (El Deseado de todas las gentes, p. 560).

Jesús fue tan compasivo que tuvo cuidado de no herir innecesariamente a alguien que acababa de llegar a la fe ni apagar aún las brasas más pequeñas de fe en sus corazones (Isaías 42:3).

Debemos buscar lo bueno en las personas que nos rodean y hacerles saber que las apreciamos. De este modo, seremos una influencia positiva en sus vidas.

C.      Suplir las necesidades.

Jesús reconocía las necesidades de las personas y las restauraba física, mental, emocional y espiritualmente.

Resolvía sus problemas y les invitaba a buscar la vida eterna: “tus pecados te son perdonados”; “tu fe te ha salvado”; “vete, y no peques más” (Mateo 9:2; Lucas 8:48; Juan 8:11).

Podemos repetir a otros su tierna compasión, a otros que vagan en el laberinto del pecado. Debemos revelar tiernamente a otros la gracia de Cristo que nos ha sido manifestada. El alma se llenará de una gran ternura y compasión por seres humanos que todavía están bajo el control de Satanás. Cristo se multiplicará en cada hombre y mujer que cree en él, porque habrán de vivir nuevamente la vida de Cristo al bendecir, iluminar y brindar esperanza, paz y gozo a otros corazones (Dios nos cuida, p. 149)

Debemos preocuparnos por las necesidades de los demás y tratar, en la medida de nuestras posibilidades, de aliviarlas.

De esta forma, abrimos una puerta que nos permitirá mostrarles la forma de aliviar la necesidad más grande que tienen (aunque no lo sepan): la liberación del pecado y la obtención de la vida eterna, es decir, Jesús.

D.      Lo más importante.

El ministerio de Jesús tenía tres enfoques:

— Enseñar. Instruir a pequeños grupos acerca de las verdades del Reino.

— Predicar. Hablar a las multitudes acerca del amor de Dios y su plan de Redención.

— Sanar. Liberar a las personas de sus problemas temporales de salud.

¿Cuál de estas facetas era más importante para Jesús? (Marcos 1:38).

Él vino a este mundo “a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). Para ello, debía predicar la salvación e instruir a otros para hacerlo.

Además, cada acto de curación fue una oportunidad para revelar el carácter de Dios y proporcionar una oportunidad para la vida eterna.

Cristo siente los males de todo doliente. Cuando los malos espíritus desgarran un cuerpo humano, Cristo siente la maldición. Cuando la fiebre consume la corriente vital, él siente la agonía. Y está tan dispuesto a sanar a los enfermos ahora como cuando estaba personalmente en la tierra. Los siervos de Cristo son sus representantes, los conductos por los cuales ha de obrar. Él desea ejercer por ellos su poder curativo (Exaltad a Jesús, p. 252).

E.      Lo que le importa a Jesús.

Repetidamente, a través de los profetas, Dios ha hablado de una enfermedad incurable del hombre: el pecado (Isaías 1:5; Jeremías 30:12).

Lo que le importa a Jesús es que todos sean sanados de esa terrible enfermedad, y que aquellos que son sanados se involucren en la tarea de ofrecer sanidad a otros. 

Aunque se hiciera todo lo posible para proporcionar hogar a los huérfanos, quedarían aún muchos por atender. Muchos de ellos han heredado propensiones al mal. Prometen poco, no son atractivos, sino perversos; pero los compró la sangre de Cristo, y para él son tan preciosos como nuestros hijitos. De no serles tendida una mano de auxilio, crecerán en la ignorancia y los arrastrarán el vicio y el crimen. Muchos de estos niños podrían ser librados de estos peligros mediante la obra de asilos de huérfanos (El ministerio de curación, pp. 156, 157).

En la última parábola de Mateo 25 se muestra el carácter del verdadero cristiano. Aquellos que vivan egoístamente para sí mismos, serán rechazados. Pero los que vivan para servir a los demás serán recibidos por Él.

Conclusión.
A lo largo de la Escritura, pasajes como 2 Pedro 1:4, Santiago 1:21 y Hechos 20:32 nos aseguran que a través de la Palabra de Dios nos convertimos en “participantes de la naturaleza divina”, salvamos nuestra alma a través de “la palabra implantada” y recibiremos “herencia con todos los santificados”. Cuando por fe aceptamos la Palabra de Dios como la Palabra viva de Cristo, todo lo que Jesús nos ha prometido se vuelve nuestro. Su Palabra es “útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Tim.3:16).

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