La fe genuina siempre conduce a la acción. La fe bíblica funciona tan bien que obra. La iglesia del Nuevo Testamento era una iglesia apasionada por la testificación. Compartir a Cristo era la consecuencia natural de su relación con él. Estaban preparados para hacer el sacrificio supremo por su causa. Muchos de ellos sufrieron persecución, encarcelamiento, e incluso la muerte. Ningún sacrificio para el Jesús que dio tanto por ellos era demasiado grande.
A. Marcando el paso: Jesús.
A pesar de ser igual a Dios, Jesús decidió “vaciarse” de su dignidad, abandonar su puesto en el Cielo como Rey del Universo, y tomar forma humana (Fil. 2:5-7).
Ni siquiera nació como un hombre eminente, sino como un humilde servidor. Y aún dio un paso más allá: su sometimiento a la voluntad de Dios le llevó a la muerte en la cruz por amor a nosotros (Fil. 2:8).
Cristo no tenía mancha alguna de pecado, pero al tomar la naturaleza del hombre se expuso a los más crueles ataques del enemigo, a las tentaciones más sutiles, al dolor más profundo. Sufrió al ser tentado. Fue hecho semejante a sus hermanos para que pudiera mostrar que mediante la gracia, los hombres podían vencer las tentaciones del enemigo… Oigamos sus palabras: «He aquí, vengo; en el rollo del libro está escrito de mí; el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón». Salmo 40:7, 8 (En los lugares celestiales, p. 43).
Por este amor abnegado, Dios “le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Fil. 2:9). Pero su mayor alegría no fue la exaltación obtenida (o mejor dicho, recuperada), sino que “verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho” (Is. 53:11).
Al seguir los pasos de fe de Jesús, nuestra mayor alegría será ver almas que entregan su vida al Salvador y, al fin, compartir la vida eterna con Jesús.
B. Pedro, Juan y Mateo.
Después de haber seguido por algún tiempo a Jesús, Andrés, Pedro, Juan y Jacobo fueron llamados a seguirle “a tiempo completo”. Jesús les invitó a dejar de pescar peces y convertirse en “pescadores de hombres” (Mt. 4:19).
Otro hombre que fue llamado a dejar todo por Jesús fue Leví Mateo. Jesús sabía el anhelo de su corazón y lo llamó a dejar atrás una vida cómoda, pero poco satisfactoria, por una vida con propósito y llena de satisfacciones (Mateo 9:9).
Lo primero que deben aprender todos los que quieran trabajar con Dios, es la lección de desconfianza en sí mismos; entonces estarán preparados para que se les imparta el carácter de Cristo. Este no se obtiene por la educación en las escuelas más científicas. Es fruto de la sabiduría que se obtiene únicamente del Maestro divino (El Deseado de todas las gentes, p. 214).
Nosotros también queremos vivir para algo que valga la pena, para un propósito más grandioso y noble. Por lo tanto, respondamos al llamado de Cristo a seguirlo.
C. Llegar a la meta: Pablo.
Saulo (Pablo) es un ejemplo más de aquellos que nadie, excepto Jesús, elegiría como evangelistas. ¿Cómo pudieron llegar a ser grandes predicadores un endemoniado, una samaritana, una prostituta, un recaudador de impuestos, “incultos” pescadores o un acérrimo perseguidor de cristianos?
La gracia de Dios transformó sus corazones y se entregaron de lleno a contar a otros las grandes maravillas que Dios había hecho en su vida.
La obra del hombre es colaborar con Dios. Y el conflicto más duro y más severo se produce cuando llega la hora de la gran resolución del ser humano de someter su voluntad y sus caminos a la voluntad y los caminos de Dios, y confiar en las influencias de la gracia que lo han acompañado durante toda su vida… La acción no estará de acuerdo con los sentimientos y la inclinación, sino con el conocimiento de la voluntad de nuestro Padre que está en los cielos. Sigan y obedezcan la dirección del Espíritu Santo (Mente, carácter y personalidad, t. 2, p. 787).
D. El compromiso del amor: ¿Me amas?
Jesús conocía el corazón de Pedro y sabía que, a pesar de haberle negado, seguía amándolo. Por eso, tres veces le pidió que diese testimonio público de su amor por Él (Juan 21:15-17).
La primera obra que Cristo confió a Pedro al restaurarle en su ministerio consistía en apacentar a los corderos. Era una obra en la cual Pedro tenía poca experiencia. Iba a requerir gran cuidado y ternura, mucha paciencia y perseverancia. Le llamaba a ministrar a aquellos que fuesen jóvenes en la fe, a enseñar a los ignorantes, a presentarles las Escrituras y educarlos para ser útiles en el servicio de Cristo. Hasta entonces Pedro no había sido apto para hacer esto, ni siquiera para comprender su importancia. Pero esta era la obra que Jesús le ordenaba hacer ahora. Había sido preparado para ella por el sufrimiento y el arrepentimiento que había experimentado (El Deseado de todas las gentes, pp. 752, 753).
Junto a la reconstrucción de su confianza, Jesús le dio a Pedro una misión: pastorear su iglesia y predicar el Evangelio. En definitiva, mostrar su amor en acción.
Puede ser que hayas fallado desesperadamente a tu Señor. Es posible que lo hayas negado por tus acciones más de una vez. La buena noticia es que la gracia todavía está disponible, y Dios aún no ha terminado contigo. Todavía hay un lugar en su obra para ti, si estás dispuesto.
E. Pasos de amor: La alegría de compartir.
Al restaurar a Pedro, Jesús le ofreció la alegría más grande de la vida: ver almas ganadas para el Reino de Dios.
Pedro comenzó a ver frutos con su primer sermón, el día de Pentecostés (Hechos 2:14-41). Demostró con acciones el amor que había testificado de palabra ante Jesús y los otros apóstoles.
Los creyentes habían de cultivar siempre un amor tal. Tenían que ir adelante en voluntaria obediencia al nuevo mandamiento. Tan estrechamente debían estar unidos con Cristo que pudieran sentirse capacitados para cumplir todos sus requerimientos. Sus vidas magnificarían el poder del Salvador, quien podía justificarlos por su justicia (Los hechos de los apóstoles, p. 437).
Pero el amor y el gozo tienen un precio. Pedro daría su vida por ese amor (Juan 21:18-19). Como más tarde explicó Juan, el amor es sacrificio, sacrificio abnegado que no espera recompensa.
En realidad, cuando estemos en compañía de Jesús y los salvados (incluidas aquellas personas a las que llevamos a Sus pies), nada de lo que hayamos hecho en esta tierra nos parecerá un sacrificio. Valió la pena seguir a Jesús aquí.
Conclusión
Cuando damos un salto de fe y participamos activamente en la testificación, crecemos espiritualmente. Las mayores alegrías de la vida provienen de compartir el amor de Dios con los demás. A medida que buscamos diariamente oportunidades para compartir lo que Cristo significa para nosotros, veremos abrirse ante nosotros oportunidades providenciales. El Espíritu Santo guiará a nuestras vidas a las personas que buscan.
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