Por: Josué Vera Guzmán

La historia es importante porque toda la vida tiene sus raíces en la historia. La humanidad no existe fuera de la historia. La historia es la urdimbre de la vida. Es donde Dios eligió colocarnos y revelarse a sí mismo. Como la Biblia está constituida en la historia, esta última es el “lugar”, por así decirlo, donde Dios nos da la oportunidad de probar y confirmar la veracidad de su Palabra
Hay abundantes evidencias de la inmutabilidad de la ley de Dios. Fue escrita con el dedo de Dios, para no ser nunca borrada, para no ser nunca destruida. Las tablas de piedra están ocultas por Dios para ser presentadas en el gran día del juicio, tal como él las escribió (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 1, p. 1123).
A Una historia confirmada:
Los primeros reyes.
Durante un tiempo, se consideró a David y Salomón como reyes míticos. Pero la arqueología ha descubierto la ubicación de Efes-damim (la actual Khirbet Qeiyafa), Soco, Azeca y Ela (el campamento de Saúl).
El enfrentamiento entre David y Goliat ocurrió en un lugar real entre ejércitos reales.
También se ha encontrado el nombre de uno de los hijos de Saúl, Es-baal (1Cr. 8:33) grabado en una vasija fechada alrededor del año 1000 a.C., y la mención de la casa de David en una inscripción del rey Hazael de Damasco.
«Juré a David mi siervo, diciendo: …Mi mano será firme con él, mi brazo también lo fortificará… Y mi verdad y mi misericordia serán con él; y en mi nombre será ensalzado su cuerno. Asimismo pondré su mano en la mar, y en los ríos su diestra. Él me llamará: Mi padre eres tú, mi Dios, y la roca de mi salud. Yo también le pondré por primogénito, alto sobre los reyes de la tierra. Para siempre le conservaré mi misericordia; y mi alianza será firme con él. Y pondré su simiente para siempre, y su trono como los días de los cielos». Salmo 89:3, 21-29 (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 818, 819).
La invasión asiria.
En 701 a.C. Senaquerib invadió Judá destruyendo completamente a Laquis y sitiando a Jerusalén. En su palacio en Nínive aparece un registro de la destrucción de Laquis.
En el “prisma de Senaquerib” podemos leer que no pudo tomar Jerusalén, sino que “[A Ezequías] encerré en Jerusalén, su residencia real, como a un pájaro en una jaula”.
El Dios de los hebreos había prevalecido contra el orgulloso asirio. El honor de Jehová había quedado vindicado en ojos de las naciones circundantes. En Jerusalén el corazón del pueblo se llenó de santo gozo. Sus fervorosas súplicas por liberación habían sido acompañadas de la confesión de sus pecados y de muchas lágrimas. En su gran necesidad, habían confiado plenamente en el poder de Dios para salvarlos, y él no los había abandonado. Repercutieron entonces en los atrios del templo cantos de solemne alabanza (Profetas y reyes, pp. 266, 267).
Babilonia.
El historiador griego Herodoto (s. V a.C.) creía que Sammuramat fue reina de la mítica Babilonia, que reconstruyó y magnificó. También desconocía la existencia de Nabucodonosor o Belsasar.
Hoy sabemos que Sammuramat fue reina de Asiria, que Nabucodonor reconstruyó Babilonia, y que Belsasar fue corregente con su padre Nabodino.
También podemos contemplar en el museo de Pérgamo (Alemania) la imponente puerta de Ishtar, que daba acceso a la ciudad de Babilonia.
Daniel y sus compañeros no sabían cuál sería el resultado de su decisión. Solo sabían que podría costarles la vida, pero determinaron mantenerse en el recto camino de la estricta temperancia aun en la corte de la licenciosa Babilonia… El buen comportamiento de estos jóvenes obtuvo para ellos el buen favor. Dejaron su caso en las manos de Dios, y siguieron una disciplina de abnegación y temperancia en todas las cosas. Y el Señor cooperó con Daniel y sus compañeros (In Heavenly Places, p. 261; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 263).
Jesús.
Por supuesto, la Alta Crítica puso también en tela de juicio la existencia del propio Jesús. Alegaban la falta de registros de la existencia de él o de cualquiera de sus contemporáneos (Poncio Pilato, Caifás, etc.).
Hoy contamos con un monumento del siglo I d.C. con la inscripción: “Poncio Pilato, gobernador de Judea”.
También se ha encontrado la caja funeraria de Caifás y su familia. Todo esto corrobora el relato de los evangelios, y del historiador contemporáneo Flavio Josefo.
Como antaño Ciro fue llamado al trono del imperio universal para que libertase a los cautivos de Jehová, así también Augusto César hubo de cumplir el propósito de Dios de traer a la madre de Jesús a Belén. Ella era del linaje de David; y el Hijo de David debía nacer en la ciudad de David… Pero José y María no fueron reconocidos ni honrados en la ciudad de su linaje real. Cansados y sin hogar, siguieron en toda su longitud la estrecha calle, desde la puerta de la ciudad hasta el extremo oriental, buscando en vano un lugar donde pasar la noche. No había sitio para ellos en la atestada posada. Por fin, hallaron refugio en un tosco edificio que daba albergue a las bestias, y allí nació el Redentor del mundo (El Deseado de todas las gentes, p. 29, 30).
Nuevamente, el relato bíblico demuestra ser históricamente confiable.
B Una historia confiable.
La Biblia está formada principalmente por relatos históricos. Relatos reales y confiables, tal como hemos visto.
Las evidencias arqueológicas pueden apoyar nuestra confiabilidad en la Biblia, pero no pueden ser la base de nuestra fe.
La Biblia va mucho más allá de la historia. Nos muestra a hombres y mujeres de fe. Personas que creyeron en Dios y siguieron sus instrucciones.
Actos de fe y confianza que nos inspiran a seguir su ejemplo (Hebreos 11).
La fe no es simplemente creer en algo o en alguien; es actuar en respuesta a esa creencia. Es una fe que obra; esto es lo que se cuenta como justicia. Son esos actos de fe los que cambian la historia. Cada uno de estos actos depende de nuestra confianza en la Palabra de Dios.
Cuando hablamos de la fe debemos tener siempre presente una distinción. Hay una clase de creencia enteramente distinta de la fe… Donde no solo hay una creencia en la Palabra de Dios, sino una sumisión de la voluntad a él; donde se le da a él el corazón, y los afectos se fijan en él, allí hay fe, fe que obra por el amor y purifica el alma. Mediante esta fe el corazón se renueva conforme a la imagen de Dios (La fe por la cual vivo, p. 92).
La historia no es simplemente una asignatura árida que hay que aprobar en el colegio secundario y la universidad o debatir en esta clase. Es nuestra historia, y es “la historia de Dios”. Si Dios ha estado obrando personalmente a lo largo de la historia de este mundo, ¿crees que todavía está activo en tu vida hoy? ¿Todavía experimentamos liberaciones milagrosas del poder de nuestros enemigos, de enfermedades y dificultades?
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