Textos Claves: Santiago 1:22; Lucas 4:4, 8, 10–12; Juan 5:46, 47; 1 Corintios 2:12–14; Filipenses 2:13; Salmos 37:7; 46:10; 62:1, 2, 5; 119:11.
Por: Josué Vera Guzmán
A. Dejar obrar al Espíritu Santo.
Filipenses 2:12 nos invita a ocuparnos de nuestra salvación. ¿Cómo podemos hacer esto?
Según Pablo, el estudio de la Palabra de Dios debe producir cambios significativos en nuestra vida (14-16)
El Espíritu divino obra por medio de los poderes y facultades otorgados al hombre. Por naturaleza, no estamos capacitados para armonizar nuestros propósitos, deseos e inclinaciones con la voluntad de Dios; pero si tenemos el deseo de que Dios cree en nosotros la voluntad, el Salvador lo efectuará por nosotros, «destruyendo consejos, y toda altura que se levanta contra la ciencia de Dios, y cautivando todo intento a la obediencia de Cristo». 2 Corintios 10:5.
— Ilumina nuestra mente (Juan 14:26)
— Nos conduce a Jesús (Juan 15:26)
— Nos guía a la verdad (Juan 16:13)
— Nos da esperanza y confianza (Romanos 5:5)
— Nos trae gozo (Romanos 14:17)
— Nos llena de amor (Gálatas 5:22)
— Nos lleva a la obediencia (Filipenses 2:13)
Nuestros corazones necesitan ser plenamente consagrados a Dios. No tratemos de hacer las cosas a nuestro modo. Dios nos ha dado su verdad para santificar, refinar y ennoblecer plenamente al hombre (Cada día con Dios, p. 63).
Jesús estudió e interiorizó las Escrituras de tal modo que era capaz de recurrir a ellas y aplicarlas correctamente en los distintos sucesos de su vida.
Usó las Escrituras cuando fue tentado, como justificación para expulsar a los mercaderes del Templo, como respuesta a preguntas difíciles.
De igual modo, debemos aplicar la Biblia al tomar decisiones, a la hora de actuar, al interpretar los acontecimientos, al compartir a Cristo con otros.
En la batalla, el enemigo se aprovecha de los puntos más débiles en la defensa de aquellos a quienes ataca. Aquí es donde hace sus asaltos más fieros. El cristiano no debiera tener ningún punto débil en su defensa. Debiera estar protegido por el sostén que las Escrituras dan a aquel que hace la voluntad de Dios. El alma tentada ganará la victoria si sigue el ejemplo de Aquel que hizo frente al tentador con estas palabras: «Escrito está». Puede estar seguro bajo la protección de un «Así dice Jehová» (Nuestra elevada vocación, p. 309).
C. Aceptar toda la Escritura.
Lejos de rechazar las Escrituras, Jesús les dio un significado más amplio y correcto (Mateo 5:38-39).
Él mismo aclaró que no había venido “a anular la ley o los profetas” (Mateo 5:17 NVI). Nunca fue su intención aceptar unas partes de la Biblia y rechazar otras.
De igual modo, nadie está autorizado para decidir qué es inspirado o útil en la Biblia y qué no lo es.
Cuando Cristo deseó revelar a sus discípulos la verdad de su resurrección, comenzó «desde Moisés, y de todos los profetas», y «declarábales en todas las Escrituras lo que de él decían». Lucas 24:27. Pero es la luz que brilla en el nuevo desarrollo de la verdad la que glorifica lo viejo. Aquel que rechaza o descuida lo nuevo no posee realmente lo viejo. Para él la verdad pierde su poder vital y llega a ser solamente una forma muerta (Exaltad a Jesús, p. 300).
D. Interiorizar la Biblia:
Dedicarle tiempo.
Debemos apartar tiempo especial para buscar a Jesús a través del estudio de la Biblia y la oración.
Al decir Jesús a sus discípulos que la mies era mucha y pocos los obreros, no insistió en que trabajaran sin descanso, sino que les mandó: «Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies». Mateo 9:38. Y hoy también el Señor dice a sus obreros fatigados lo que dijera a sus primeros discípulos: «Venid vosotros aparte… y reposad un poco» (El ministerio de curación, p. 36).
No es una lectura rápida y despreocupada de la Biblia lo que nos ayudará a descubrir las verdades que contiene. Tenemos que leerla pausadamente, meditar en ella, dejar que el Espíritu nos hable e ilumine.
Debería haber un interés vivo y creciente en llenar la mente de la verdad bíblica. El precioso conocimiento así adquirido erigirá una barrera en derredor del alma, de manera que aunque esté acosada por la tentación tendrá una firme confianza en Jesús por medio del conocimiento de Aquel que nos ha llamado a su gloria y virtud (Consejos sobre la obra de la escuela sabática, pp. 38, 39).
Nuestra agenda debe incluir un momento diario para el estudio y la oración. De esta forma, nuestros pensamientos estarán conectados con la Fuente de Vida, y reflejaremos a Jesús en nuestra vida.
Memorizar sus palabras.
¿Qué ventajas tiene memorizar textos bíblicos?
a) Podemos aplicarlos en diversas circunstancias.
b) Nos ayudan a tomar decisiones.
c) Influyen en lo que pensamos y hacemos.
d) Elevan nuestros pensamientos a Dios.
e) Nos protegen contra engaños y falsas interpretaciones.
f) Podemos citarlos cuando los necesitemos, aún cuando no tengamos una Biblia a mano.
g) Nos defienden de la tentación.
El objetivo de cualquier estudio de la Biblia es más que adquirir conocimiento mental. Si se hace correctamente, conducirá a la obediencia del corazón. Es una obediencia que es más profunda y más significativa que la simple conformidad externa. Conducirá a una alegre fidelidad a la voluntad de Dios. Las verdades de las Escrituras son para ser vividas, no solo para ser creídas.
Entre las formas de memorizar la Biblia, sus enseñanzas y sus historias, la música es sin duda una de las más eficaces.
Al cantar himnos y canciones espirituales, las verdades de la Biblia quedan fijadas en nuestra mente. Además, son una fuente de ánimo y esperanza (Efesios 5:19).
A veces la gente dice: “Guardar la ley bíblica de no comer alimentos inmundos no es esencial para la salvación, siempre y cuando creas en Cristo”. O quizá diga: “Si viven juntos, aunque no estén casados, eso no es decisivo para ti como cristiano, siempre y cuando ames a Jesús”. ¿Dónde ves el peligro en esa línea de argumentación?.
Cuando tus pensamientos comiencen a divagar y te dejes llevar por temas sin importancia, centra tu atención en lo que Dios ha hecho por ti y practica la concentración espiritual en la Palabra de Dios. A veces, entonar un canto o un himno espiritual ayuda a centrar nuestros pensamientos e incluso hace que sea más fácil recordar y memorizar las palabras de las Escrituras.
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