Textos Claves: Hebreos 9:15
Por: Josué Vera Guzmán
El Santuario terrenal simboliza la obra de salvación que aún está en marcha hoy. Cristo ocupa el rol de nuestro Sumo Sacerdote, mediando ante Dios en el Lugar Santísimo. Su pureza es digna ante Dios, en lugar de nuestra indigna naturaleza pecaminosa.
A. Relaciones.
Cuando Cristo murió en la cruz, conquistó al pecado en nuestro favor, Por lo tanto, para que nosotros podamos vivir esa victoria, en cierto sentido debemos morir también. La razón principal que Dios da para que Israel le construya un santuario es que quiere vivir con ellos. Pero ¿Cómo puede habitar un Dios santo en medio de hombres pecadores?
Desde que Jesús vino a morar con nosotros, sabemos que Dios conoce nuestras pruebas y simpatiza con nuestros pesares. Cada hijo e hija de Adán puede comprender que nuestro Creador es el amigo de los pecadores. Porque en toda doctrina de gracia, toda promesa de gozo, todo acto de amor, toda atracción divina presentada en la vida del Salvador en la tierra, vemos a “Dios con nosotros” (El Deseado de todas las gentes, p. 15).
La solución estaba incluida en el propio santuario. ¿De qué manera? Todas sus ceremonias y ritos estaban preparados para otorgar el perdón a la persona, santificarla, y restaurarla. De esta forma, se restablecía la relación entre Dios y el hombre, y podían disfrutar de una relación cercana y amorosa.
B. Pecado, sacrificio y aceptación.
“El pecador luego ataba las patas delanteras del animal y, colocando un nudo corredizo alrededor de las patas traseras, juntaba las cuatro. Así asegurada, la criatura caía de costado y su cara se volvía hacia el Lugar Santísimo.
La justicia exigía los sufrimientos del ser humano; pero Cristo suministró los sufrimientos de un Dios. No necesitaba hacer expiación por sí mismo mediante sufrimientos; todos sus sufrimientos fueron por nosotros. Todos sus méritos y toda su santidad quedaron a disposición del hombre caído, presentados como un regalo (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, pp. 924, 925).
La sangre era rociada sobre el santuario y, simbólicamente, el pecado era transferido al santuario. En ese momento, el ex pecador era restaurado a la plena comunión con Dios.
Pero la sangre misma no limpiaba en realidad el pecado (Hebreos 10:4), sino en virtud de la sangre del Cordero de Dios.
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C. La sustitución.
“El plan de enviar a un segundo Adán, un sustituto, no se formuló al momento de la primera transgresión. Fue una provisión ‘ya destinad[a] desde antes de la fundación del mundo" (1 Ped. 1:20). La sustitución es la clave de todo el Plan de Salvación.
Este fue un sacrificio voluntario. Jesús podría haber permanecido al lado del Padre. Podría haber conservado la gloria del cielo, y el homenaje de los ángeles. Pero prefirió devolver el cetro a las manos del Padre, y bajar del trono del universo, a fin de traer luz a los que estaban en tinieblas, y vida a los que perecían (El Deseado de todas las gentes, pp. 13, 14).
En el Antiguo Pacto, el pecador, que merecía la muerte, era sustituido por un animal, que moría en su lugar. En el Nuevo Pacto, nosotros, que merecemos la muerte, somos sustituidos por Jesús, que murió en nuestro lugar.
Jesús está enviando ahora su mensaje a un mundo caído. Se complace en tomar elementos aparentemente sin esperanza que han sido instrumentos de Satanás, para someterlos a la influencia de su gracia. Se regocija al librarlos de la ira que caerá sobre los desobedientes (Cada día con Dios, p. 82).
Dios acepta a Jesús como nuestro Sustituto y nos perdona, nos restaura, y nos da vida eterna. Nadie es tan pecador que Dios no acepte a su Sustituto.
D. El Sumo Sacerdote del nuevo pacto.
“Al hablar de Cristo como […] Sumo sacerdote, no es inapropiado agregar que es nuestro único sacerdote. Él tiene una relación exclusiva con Dios: nadie más que él puede representarnos. Los sacerdotes de los tiempos del Antiguo Testamento sirvieron como tipos del verdadero Sacerdote venidero. A los apóstoles y pastores de los tiempos del NT nunca se los llama sacerdotes, ni realizan las funciones de sacerdotes. Hay un solo Mediador entre Dios y los hombres".
Cristo es nuestro Mediador y Sumo Sacerdote en presencia del Padre. Se reveló a Juan como el Cordero inmolado, como si hubiera estado en el mismo acto de derramar su sangre en favor del pecador. Cuando al oyente se le presenta la ley de Dios, mostrándole la profundidad de sus pecados, debe señalársele el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Debe enseñársele el arrepentimiento para con el Padre y la fe para con nuestro Señor Jesucristo. Así estará la labor del representante de Jesús en armonía con la obra que nuestro Salvador realiza en el Santuario celestial (Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 388, 389).
Cuando el animal moría, el pecador podía irse. Ya había sido perdonado. Sin embargo, el rito continuaba. El sacerdote todavía tenía que ministrar con la sangre del animal.
De igual manera, la muerte de Jesús en la cruz nos asegura el perdón de nuestros pecados. Sin embargo, la obra de Jesús a nuestro favor no acabó allí.
El santuario terrenal era tan solo una sombra, una representación del verdadero Santuario Celestial. En el verdadero Santuario, Jesús mismo presenta su propia sangre. Él es nuestro Sumo Sacerdote (Hebreos 7:25).
E. El ministerio celestial.
En la Epístola a los Hebreos, en particular, el autor está tratando de desviar la mirada de los cristianos judíos del ministerio del Santuario/Templo terrenal hacia un Santuario celestial, con un ministerio más perfecto a cargo del mismo Señor y Salvador que resucitó y ascendió” (A. V. Wallenkampf, “A Brief Review of Some of the Internal and External Challengers to the Seventh-day Adventist Teachings on the Sanctuary and the Atonement”, en The Sanctuary and the Atonement, p. 582).
Jesús intercede ante Dios por nosotros. Es el Mediador entre el Cielo y la Tierra, entre la humanidad y la Deidad.
Jesús es el único ser humano que puede presentarse ante Dios exento de todo pecado. Él es, a la vez, víctima y mediador, sacrifico y sacerdote (1ª de Timoteo 2:5-6).
La intercesión de Cristo en nuestro favor presenta sus méritos divinos al ofrecerse a sí mismo al Padre como nuestro sustituto y garante; pues ascendió a lo alto para expiar nuestras transgresiones… “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. 1 Juan 4:10. “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”. Hebreos 7:25 (Reflejemos a Jesús, p. 67).
Pide al Padre que acepte su vida sin pecado en lugar de nuestra vida pecaminosa (sin importar cuán pecaminosa haya sido). Sin su mediación no tendríamos ninguna esperanza, ni ahora ni en el Juicio.
Conclusión
Es asombroso cuán gráfica e inequívocamente el Nuevo Testamento, en especial el libro de Hebreos (e incluso el Apocalipsis), enseña sobre el Santuario celestial y su función central en el plan de salvación. En cierto sentido, es el plan de salvación, el evangelio y el pacto a escala mayor. No podemos entender verdaderamente de qué se trata el pacto, aparte de algún conocimiento del servicio del Santuario y lo que significa.
Referencias: A. V. Wallenkampf, “A Brief Review of Some of the Internal and External Challengers to the Seventh-day Adventist Teachings on the Sanctuary and the Atonement”, en The Sanctuary and the Atonement
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