La vida del nuevo pacto


Textos Claves: Juan 10:10
Por: Josué Vera Guzmán

    El pacto entre Dios y la humanidad va más allá del dogma religioso y la doctrina únicamente; más bien, define nuestra relación con el Cielo. Al aceptar el pacto, abrimos nuestra vida al amor de Dios y su promesa de salvación.

A.      Gozo.

Jesús promete darnos gozo pleno cuando venga a por nosotros (Mt. 25:21). Pero el gozo de experimentar el Nuevo Pacto no es algo futuro, sino presente. Es parte integral del reino de Dios ahora (Rom. 14:17), y parte del fruto del Espíritu Santo (Gál. 5:22). No es alegría exterior, sino paz interior.

El alma que responda a la gracia de Dios será como un jardín regado. Su salud brotará rápidamente; su luz saldrá en la obscuridad, y la gloria del Señor le acompañará. Recordemos, pues, la bondad del Señor, y la multitud de sus tiernas misericordias. Como el pueblo de Israel, levantemos nuestras piedras de testimonio, e inscribamos sobre ellas la preciosa historia de lo que Dios ha hecho por nosotros (El Deseado de todas las gentes, pp. 313, 314).

El mero hecho de creer en Jesús nos llena de gozo (1P. 1:8). Como el apóstol Juan nos dice, meditar en la vida, muerte y resurrección de Jesús, y tener una relación personal con Dios es la fuente de nuestro gozo (1Jn. 1:3-4).

B.      Libre de culpa.

Todos hemos pecado, esta es una realidad innegable (Rom. 3:23; 1Jn. 1:8). Pero otra realidad irrefutable es que, por la sangre del Nuevo Pacto, Jesús nos perdona cualquier pecado que hayamos cometido (1Jn. 1:7).

Cada verdadero retorno al Señor imparte gozo permanente a la vida. Cuando el pecador cede a la influencia del Espíritu Santo, ve su propia culpabilidad y contaminación en contraste con la santidad del gran Escudriñador de los corazones. Se ve condenado como transgresor. Pero no por esto debe ceder a la desesperación, pues ya ha sido asegurado su perdón. Puede regocijarse en el conocimiento de que sus pecados están perdonados y en el amor del Padre celestial que le perdona. Es una gloria para Dios rodear a los seres humanos pecaminosos y arrepentidos con los brazos de su amor, vendar sus heridas, limpiarlos de pecado y cubrirlos con las vestiduras de salvación (Profetas y reyes, pp. 492, 493)

Por esto, ya no tenemos que vivir bajo el peso de la culpa. Dios nos libera no solo del pecado, sino también del remordimiento. Porque si Dios se olvida de nuestro pecado, ¿por qué no olvidarlo también nosotros? (Jer. 31:34).

Esto no significa negar la realidad del pecado, sino que ya no vivimos bajo la condenación de nuestro pecado, pues Jesús ya pagó por él (Ap. 1:5).

C.       Nuevos pacto y nuevo corazón.

Conocer y creer el amor que Dios nos tiene cambia nuestros pensamientos y nuestros sentimientos (1Jn 4:16). Recibimos un nuevo corazón, una nueva forma de pensar y de sentir (Ez. 36:26; Jer. 31:33).

No os desaniméis porque vuestro corazón parezca duro. Todo obstáculo, todo adversario interno, solamente aumenta vuestra necesidad de Cristo. Él vino para quitar el corazón de piedra y daros un corazón de carne. Mirad a él para recibir gracia especial a fin de vencer vuestras faltas peculiares… Clamad al querido Salvador por ayuda para sacrificar todo ídolo, y para apartar de vosotros todo pecado acariciado. Que el ojo de la fe vea a Jesús intercediendo ante el trono del Padre, presentando sus manos heridas mientras ruega por vosotros. Creed que el poder os viene por medio de vuestro precioso Salvador (La edificación del carácter, pp. 89, 90).

Con la Ley de Dios escrita en nuestro corazón, nuestros pensamientos se llenan del amor a Dios y a nuestro prójimo (Mr. 12:30-31).

Al recibir a Cristo en nuestro corazón, nuestra fe crece, nuestra comprensión del amor de Dios aumenta, y somos llenos de toda la plenitud de Dios, preparados para reflejar a Cristo en nuestra vida (Ef. 3:17-19; 2Co. 3:18).




D.      El nuevo pacto y la vida eterna.

A lo largo y ancho de todo el NT estas buenas nuevas de la resurrección son algo más que datos interesantes sobre el futuro. Transforman la vida del presente al revestirla con significado y esperanza. Debido a que confían en la certeza de su destino, los cristianos ya viven una nueva clase de vida.

Cristo es la vida. El que pasó por la muerte para destruir a aquel que tiene el imperio de la muerte es la fuente de toda vitalidad. Hay bálsamo en Galaad, y médico allí. Cristo soportó una muerte atroz bajo las circunstancias más humillantes, a fin de que tuviésemos vida. dio su preciosa vida para vencer la muerte. Pero se levantó de la tumba, y las miríadas de los ángeles que vinieron a contemplarle mientras recuperaba la vida que había depuesto, oyeron sus palabras de gozo triunfante cuando, de pie sobre la tumba abierta de José, proclamó: “Yo soy la resurrección y la vida” (La fe por la cual vivo, p. 53).

La Biblia nos enseña que hay dos muertes: la primera muerte, a la que todos estamos destinados (Gn. 3:19); y una segunda muerte, eterna, sin posibilidad de resurrección, destinada para todos los que no se hallen inscritos en el “libro de la vida”, es decir, los que no hayan creído en Jesús (Ap. 20:15).

Jesús nos asegura que no sufriremos la muerte eterna. Tener esta esperanza afecta también a nuestra vida hoy. Saber que nuestro fin no es la tumba, sino la vida eterna, nos hace ver la vida desde una perspectiva distinta. En cierta manera, al recibir a Jesús en nuestro corazón a través del Espíritu Santo, ya disfrutamos de la vida eterna.

E.      Nuevo pacto y misión.

El enfoque final de toda la profecía bíblica y de la historia de la salvación es el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra. Las Escrituras comienzan con el paraíso creado por Dios y perdido (Gén. 1-3), y termina en el NT con el paraíso restaurado (Apoc. 21 y 22)

Entrar en pacto con Dios, pertenecer a su pueblo escogido, implica una responsabilidad, una misión: anunciar el Evangelio.

En todo nuestro derredor se abren puertas para servir. Debemos llegar a conocer a nuestros vecinos y esforzarnos por atraerlos a Cristo. Cuando obremos así, tendremos la aprobación y colaboración de él (A Call to Medical Evangelism and Health Education, pp. 26, 27; en Testimonios para la iglesia, t. 9, pp. 25, 118, 137).

El gozo, la liberación de la culpa, los nuevos pensamientos, la esperanza de la vida eterna… estas cosas no son para guardarlas para nosotros mismos. ¡Debemos compartirlas!

Esta es una misión que tiene dimensiones eternas. Cambia el destino de aquellos que nos escuchan. Son palabras “de vida para vida” (2Co. 2:16).


DISCIPULAR                 BAUTIZAR                 ENSEÑAR
                              Mateo 28:19a                       Mateo 28:19b                    Mateo 28:20

Conclusión

    Al hojear un libro de frases, quizá notes que las citas más fascinantes muchas veces son las que formula la gente en su lecho de muerte. Las últimas palabras de un famoso ateo fueron: “¡A punto de dar un terrible salto hacia la oscuridad!” Todos los pactos de Dios, todas sus promesas, están vinculadas a un simple deseo: él quiere salvarnos del pecado. Con el final de la vida llega el veredicto de nuestra relación de pacto.

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