Por: Josué Vera Guzmán
Isaías 55 es un capítulo único. Ha llevado a muchos a entender cómo se media la salvación para todos los pecadores que desean ser salvos. La salvación no tiene tanto que ver con lo que la gente hace; tiene que ver con lo que Dios ha hecho en su favor a través del Siervo de Jehová. A El plan de redención:
A. La salvación: Un regalo:
El alto precio de la salvación. Isaías 55:1-5.
Dios pone a nuestra disposición la salvación sin pedir nada a cambio, y sin ponerle precio alguno.
Sin embargo, debemos comprarla. No es algo sin valor. La salvación tiene un gran valor, costó un gran precio. Si la queremos, tenemos que valorarla, desearla, y pedirla (Hechos 16:30-31).
Fue al precio de la muerte de Dios mismo que se consiguió nuestra salvación. Y Dios nos la ofrece como un regalo de amor (Romanos 6:23).
No podemos ganar la salvación, pero debemos buscarla con tanto interés y perseverancia como si abandonáramos todas las cosas del mundo por ella (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 88, 89).
Altos pensamientos. Isaías 55:6-13.
Nuestra mente no puede comprender el misterio de la salvación. Solo puede ser discernido espiritualmente (1 Corintios 2:14). Por eso, Dios nos da el conocimiento necesario para comprender los fundamentos de la salvación (1 Timoteo 2:3-4).
Este conocimiento irá aumentando a través de nuestra relación diaria con Cristo (Colosenses 1:10; 2ª de Pedro 3:18). Pero aún así, no podremos llegar a comprenderlo plenamente. El plan de la redención será nuestro estudio por la eternidad.
Mire hacia arriba, usted que está en dificultades, tentado y desanimado. Mire hacia arriba… La mano del Infinito se extiende desde las almenas del cielo para asir la suya en un fuerte apretón. El poderoso Ayudador está cerca para bendecir, levantar y animar a los que más yerran, a los más pecadores, si ellos quieren contemplarlo por fe. Pero el pecador debe contemplarlo (Nuestra elevada vocación, p. 29).
B. El ayuno:
El ayuno que desagrada a Dios. Isaías 58:1-5.
Esperaban recibir la aprobación divina por su ayuno (Is. 58:3). Sin embargo, recibieron una respuesta inesperada: “no ayunéis como hoy, para que vuestra voz sea oída en lo alto” (v. 4).
A través de su “religiosidad” esperaban ablandar el corazón de Dios y comprar su perdón. Pero Dios no estaba pidiendo nada de esto.
Si os dedicáis a esta obra de misericordia y amor, ¿será posible que esta tarea sea demasiado pesada para vosotros? ¿Fracasaréis y seréis aplastados bajo su peso, y vuestra familia quedará privada de vuestro auxilio y vuestra influencia? ¡Oh, no! Dios ha eliminado cuidadosamente toda duda con respecto a este asunto al hacer un compromiso con vosotros condicionado a vuestra obediencia. Esta promesa abarca todo lo que el más exigente y más vacilante podría anhelar. “Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación (salud) se dejará ver pronto”. Solamente creed que el que prometió es fiel. Dios puede renovar la fortaleza física. Más aún: dice que lo va a hacer (Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 32, 33).
Lea también:
El ayuno que agrada a Dios. Isaías 58:6-12.
Curiosamente, lo que agrada a Dios no tiene nada que ver con dejar de tomar alimentos. Consiste en compartir lo que tengo, en preocuparme por las necesidades de los demás. En definitiva, es una forma de vivir.
Cuando manifestamos en nuestra vida el amor hacia los demás, Dios se agrada de nuestro ayuno, nos pastorea, sacia nuestra alma y nos vigoriza (Isaías 58:11).
Todos estos dones [de Dios] han de ser empleados en beneficiar a la humanidad, en aliviar a los dolientes y menesterosos. Debemos alimentar a los hambrientos, vestir a los desnudos, cuidar de la viuda y los huérfanos, servir a los angustiados y oprimidos. Dios no quiso nunca que existiese la extensa miseria que hay en el mundo. Nunca quiso que un hombre tuviese abundancia de los lujos de la vida mientras que los hijos de otros llorasen por pan. Los recursos que superan las necesidades reales de la vida, son confiados al hombre para hacer bien, para beneficiar a la humanidad. El Señor dice:… “Desatar las ligaduras de impiedad”, “deshacer los haces de opresión”, “dejar ir libres a los quebrantados”, “que rompáis todo yugo”. “Que partas tu pan con el hambriento”, que “a los pobres errantes metas en casa”. “Cuando vieres al desnudo, lo cubras”. Que “saciares el alma afligida”. Isaías 58:6, 7, 10. “Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura”. Marcos 16:15 Estas son las órdenes del Señor. ¿Está haciendo esta obra el conjunto de los que profesan ser cristianos? (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 304, 305).
C. El sábado:
Deleitarse en Dios. Isaías 58:13-14.
¿Qué relación existe entre afligir el alma, ayudar a los demás y guardar el sábado?
1. Los tres requieren concentrarse en Dios y en sus prioridades, y reconocer nuestra dependencia de Él.
2. Los tres son maneras en las que buscamos la santidad al imitar a Dios, quien se humilló a sí mismo (Filipenses 2:8), demostró bondad abnegada (Hechos 10:38), y descansó y honró el sábado (Génesis 2:2-3).
El Sábado es un deleite, la observancia del sábado trae bendiciones especiales (v. 14).
El cuarto mandamiento es, entre todos los diez, el único que contiene tanto el nombre como el título del Legislador. Es el único que establece por autoridad de quién se dio la ley. Así, contiene el sello de Dios, puesto en su ley como prueba de su autenticidad y de su vigencia (Historia de los patriarcas y profetas, p. 315).
Conclusión
Oír o escuchar son verbos imperativos que la Biblia utiliza a menudo para enmarcar el consejo de Dios a su pueblo a través de sus mensajeros. Por ejemplo, en Deuteronomio 4:1, leemos: “Ahora, pues, oh Israel, oye los estatutos y decretos que yo os enseño, para que los ejecutéis, y viváis, y entréis y poseáis la tierra que Jehová el Dios de vuestros padres os da”. ¿Cuál ha sido tu experiencia al oír y escuchar la Palabra de Dios?
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