La educación en el Jardín del Edén




Textos Claves: .

    En el principio, no había escuelas ni universidades. Pero incluso sin libros, salas de conferencias ni dispositivos electrónicos atiborrados de Internet, aun así se transmitía el conocimiento, rico en sabiduría y virtud. A través de una niebla que irrigaba frescura (Gén. 2:6), podemos discernir la forma de Dios, un jardín que hacía las veces de aula y dos alumnos de barro fresco, recientemente vivificados por el aliento de Dios (Gén. 2:7). A menudo no pensamos en el Jardín del Edén como un aula en la que Dios se sienta como instructor, pero la lección de esta semana nos lleva en esa dirección.

A.      Inicios esperanzadores. 

El método educativo que Dios usó con Adán y Eva era teórico-práctico. 

— En la parte práctica, se les dieron responsabilidades: cuidar de los animales (Gn. 1:28; 2:19), y trabajar en el jardín (Gn. 2:15). 

— Los ángeles desempeñaron sin duda una función importante en su educación teórica. Dios mismo se reunía personalmente con ellos cada tarde para enseñarles (Gn. 3:8). 
Adán fue colocado como representante de Dios sobre los órdenes de los seres inferiores. Estos no pueden comprender ni reconocer la soberanía de Dios; sin embargo, fueron creados con capacidad de amar y de servir al hombre. El salmista dice: “Lo hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies, […] asimismo las bestias del campo, las aves del cielo […] ¡todo cuanto pasa por los senderos del mar!”. Salmos 8:6-8 (Historia de los patriarcas y profetas, {PP}, pp. 24, 25).

B.      Influencias externas. 

El ambiente que Dios creó se define como “bueno en gran manera” (Gn. 1:31), rodeado de “todo árbol delicioso a la vista” (Gn. 2:9) y con alumnos que “no se avergonzaban” (Gn. 2:25). 

Pero apareció un ser “astuto” que introdujo dudas en Eva, negó las claras afirmaciones divinas y le hizo dudar de las intenciones de Dios (Gn. 3:1-5). Presentó a Dios como: 

— Restrictivo, negándoles cosas buenas. 

— Temeroso de que ellos alcanzasen un nivel superior de conocimiento. 

— Mentiroso con respecto a las consecuencias de comer del árbol. 

C.       La decisión de los alumnos. 

¿Qué podía haber hecho Eva cuando las dudas comenzaron a surgir en su mente? 

Lo más razonable era ir a hablar con Dios, ya que tenía acceso directo a Él, y preguntarle acerca de las acusaciones de la serpiente. También podía haber contado con la ayuda de Adán. Pero no lo hizo.

Dios no quería que nuestros primeros padres tuvieran conocimiento de la culpa. Cuando ellos aceptaron los asertos de Satanás, que eran falsos, entraron en nuestro mundo la desobediencia y la transgresión. Esta desobediencia a la orden expresa de Dios, el hecho de creer las mentiras de Satanás, abrió las compuertas del mal sobre el mundo (Mente, carácter y personalidad, {2MCP}, t. 2, p. 205).

Adán ni siquiera razonó acerca del árbol. Mirando a la mujer, decidió compartir con ella su suerte. Ambos usaron mal su libre albedrío. 

D.      La decisión del Maestro. 

Ahora ya no podían estar en presencia del Divino Maestro. Pero antes de expulsarlos, les dio la seguridad de la Redención (Génesis 3:15). 

También les reasignó nuevas tareas para que pudieran seguir aprendiendo, y nuevas formas de comunicarse con Él. 

Satanás comenzó su obra con Eva, para inducirla a desobedecer. Ella erró, primero al apartarse de su esposo; luego, al demorarse cerca del árbol prohibido; y después, al escuchar la voz del tentador al punto de dudar de lo que Dios había dicho: “El día que de él comieres, ciertamente morirás.” Pensó que tal vez el Señor no quería decir precisamente lo que había dicho, y se aventuró a extender la mano, tomó del fruto, y comió. Era agradable al ojo y al paladar. Entonces sintió celos de que Dios les hubiese privado de lo que era realmente bueno para ellos, y ofreció algo de esa fruta a su esposo, y así lo tentó. Relató a Adán todo lo que la serpiente había dicho y expresó su asombro de que aquélla tuviese facultad de hablar (Primeros escritos, {PE}, pp. 147, 148).

Hoy, como descendientes de Adán y Eva, tenemos la oportunidad de continuar la educación por ellos recibida a través de la oración, el servicio y el estudio de la Biblia. 

Nuestra meta educativa: rehacer la imagen de Dios en nuestra vida, creciendo en las virtudes cristianas (2ª de Pedro 1:3-11). 

E.       Seguir aprendiendo. 

El que desea aprender debe someterse al que le puede enseñar. Ha de existir, por lo tanto, un nivel de autoridad el cual debe ser respetado. 

Para nuestra educación cristiana debemos someternos a los pastores y maestros (Hebreos 13:17). Pero también ellos deben ser evaluados para evitar que introduzcan herejías en la grey (2ª de Pedro 2:1). 

Adán y Eva desobedecieron la autoridad divina y aceptaron una autoridad engañosa. 

Para seguir aprendiendo, debemos someternos a la Palabra de Dios, y a aquellos a los que ella autoriza.

Nadie piense que ya no hay más conocimiento que adquirir. La profundidad del intelecto humano puede ser medida; las obras de los autores humanos pueden dominarse, pero el más alto, profundo y ancho arrebato de la imaginación no puede descubrir a Dios. Hay una infinidad más allá de todo lo que podamos comprender. Hemos contemplado solamente una vislumbre de la gloria divina y de la infinitud del conocimiento y la sabiduría; hemos estado trabajando, por así decirlo, en la superficie de la misma, cuando el rico metal del oro está debajo de la superficie, para recompensar al que cave en su búsqueda. El pozo de la mina debe ser ahondado cada vez más, y el resultado será el hallazgo del glorioso tesoro. Por medio de una fe correcta, el conocimiento divino llegará a ser el conocimiento humano (Palabras de vida del gran Maestro, {PVGM}, p. 85).

Conclusión
El trío de vergüenza, desnudez y miedo conforma un motivo clave en el relato de la tentación. La desnudez y la falta de vergüenza son las descripciones introductorias de la primera pareja humana antes de sucumbir a la tentación (Gén. 2:25). El descubrimiento de su desnudez y la vergüenza implícita son los primeros resultados de la desobediencia (Gén. 3:7). Nuevamente, es el miedo y la vergüenza lo que los hace esconderse cuando escuchan la voz de Adonai Elohim, el Señor Dios (Gén. 3:9, 10). El Señor incluso les pregunta cómo saben que están desnudos (Gén. 3:11). No se utilizan las palabras hebreas para pecado, rebelión ni iniquidad en el relato. ¿Por qué crees que es así? ¿En qué medida la vergüenza y el miedo son fundamentales para la humanidad? ¿Cómo abordamos estos temas al tener conocimiento de Dios y de su salvación?

No hay comentarios:

Publicar un comentario